11/26/2006

Circunloquio sobre la perversidad

"Tenemos una labor, una misión que cumplir, y hemos de llevarla a término rápidamente. Sabemos que su demora es nuestra ruina. La más importante crisis de nuestra vida reclama con perentoriedad la acción y energía inmediatas. La impaciencia de comenzar la tarea nos abrasa y consume. El saborear anticipadamente el éxito inflama nuestro espíritu. Es necesario que emprendamos hoy mismo esta tarea, y, no obstante, la diferimos para mañana. ¿Por qué? No hay otra explicación, de no ser la que nos hace dar cuenta de que esto es perverso. Utilicemos la palabra, sin comprender el principio. Llega mañana, y también la ansiedad impaciente de cumplir con nuestro deber. Pero con ella llega asimismo un vivo deseo anónimo de retardar otra vez, deseo indudablemente terrible, porque es impenetrable su naturaleza. Cuanto más pasa el tiempo el deseo es más fuerte. Sólo nos queda una hora para la acción. Esa hora es nuestra. Temblamos ante la violencia del conflicto que se plantea en nosotros. La batalla entre lo positivo y lo indefinido, entre la sustancia y la sombra. Pero si llega la lucha a tal punto, se impone la sombra y nos debatimos vanamente. Suena el reloj. Su campanada es el toque de agonía de nuestra felicidad, y, al mismo tiempo, para la sombra que tan largamente nos ha aterrado, el cántico desvelador, la diana del victorioso gallo de los fantasmas. Huye la sombra. Desaparece. Somos libres. Renace la antigua energía. Ahora trabajaremos. Pero ¡ay!, es demasiado tarde."